Mi abuela se enfadaba
y reñía
a mi abuelo
cada vez
que soltaba a un pajarito de esos que ella compraba en el mercado,
a lo que él decía
y defendía
que jamás
ninguna criatura debía estar enjaulada.
Yo supongo que ese amor
por libertad
viene de traspasar
tal vez un par de campos de prisioneros.
A veces por no tener tiempo de pararte a escuchar
pasa el tiempo de poder hacerlo.
Me he comprado un canario.
Por recordar.
En lo que seguro que no voy a tardar
es en romper
cada barrote de su jaula
y dejarlo ir.
Al final
la herencia más valiosa
es
un sentimiento fuerte.
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sábado, 6 de agosto de 2016
Filosofía del fuego ~ PARTE I
Como cuando San Agustín decía "un fuego enciende otro fuego".
Entre caricias y gemidos,
entre el amor y calor que generan dos cuerpos unidos;
tal vez
alguna vez
se encienda algo en el vientre,
algo que arda con vida propia
y sea luz cuando salga de él.
Añado entonces:
todo fuego se consume,
igual que el amor se acaba,
la vida
se muere.
Nos apagamos.
Y es una putada para aquel que quiera vivir siempre encendido.
Cada día
brillamos un poco menos.
A medida que se pierde la ilusión por las cosas perdemos también
nuestro calor;
y esta se pierde con tan solo vivir un poco.
Cuanto menos vives
más tarde
te apagas.
Por eso la muerte siempre es fría
Por eso estamos más tristes las noches de invierno
y las lágrimas mojan como la lluvia
y las risas avivan el alma.
El amor
si no se echa más leña
se apaga.
El fuego se muere de aburrimiento.
Y alguna vez también la lluvia,
después de una gran hoguera de amor,
resta más fuego del que creó;
ya no solo se apaga la relación,
nos apagamos nosotros
más
de lo que ya solemos hacer.
Tal vez no todos los fuegos,
por muy ardientes que sean
y aunque se les noten llamaradas en la mirada,
sean capaces de crear otros fuegos.
No porque carezcan de intención o fuerzas
(les sobran)
sino porque al unirse con otro
en vez de calentar
queme.
Por ello perderán solos mucha parte de su calor,
pero nada comparado con el que tienen aún.
Es un problema ser fuego inestable
para dar a otros y no amarse a sí mismo.
No se valora tanto ardor.
Y aquí preferimos consumirnos a salir ardiendo.
Necesitan de un fuego concreto,
que no requiera de más
que tenga la fuerza más que suficiente para mantenerse solo
que no atienda a crear otros fuegos
y que no crea en el hecho de crearlos.
Aunque sea pequeñito
(aunque no lo aparente)
y le viniera jodidamente bien su compañía
(aunque aún no lo sepa).
Puede que estas sean
las hogueras más bonitas.
No son fuego-cerilla
que apenas duran un pestañeo,
ni vivos con aires de grandeza.
Entre caricias y gemidos,
entre el amor y calor que generan dos cuerpos unidos;
tal vez
alguna vez
se encienda algo en el vientre,
algo que arda con vida propia
y sea luz cuando salga de él.
Añado entonces:
todo fuego se consume,
igual que el amor se acaba,
la vida
se muere.
Nos apagamos.
Y es una putada para aquel que quiera vivir siempre encendido.
Cada día
brillamos un poco menos.
A medida que se pierde la ilusión por las cosas perdemos también
nuestro calor;
y esta se pierde con tan solo vivir un poco.
Cuanto menos vives
más tarde
te apagas.
Por eso la muerte siempre es fría
Por eso estamos más tristes las noches de invierno
y las lágrimas mojan como la lluvia
y las risas avivan el alma.
El amor
si no se echa más leña
se apaga.
El fuego se muere de aburrimiento.
Y alguna vez también la lluvia,
después de una gran hoguera de amor,
resta más fuego del que creó;
ya no solo se apaga la relación,
nos apagamos nosotros
más
de lo que ya solemos hacer.
Tal vez no todos los fuegos,
por muy ardientes que sean
y aunque se les noten llamaradas en la mirada,
sean capaces de crear otros fuegos.
No porque carezcan de intención o fuerzas
(les sobran)
sino porque al unirse con otro
en vez de calentar
queme.
Por ello perderán solos mucha parte de su calor,
pero nada comparado con el que tienen aún.
Es un problema ser fuego inestable
para dar a otros y no amarse a sí mismo.
No se valora tanto ardor.
Y aquí preferimos consumirnos a salir ardiendo.
Necesitan de un fuego concreto,
que no requiera de más
que tenga la fuerza más que suficiente para mantenerse solo
que no atienda a crear otros fuegos
y que no crea en el hecho de crearlos.
Aunque sea pequeñito
(aunque no lo aparente)
y le viniera jodidamente bien su compañía
(aunque aún no lo sepa).
Puede que estas sean
las hogueras más bonitas.
No son fuego-cerilla
que apenas duran un pestañeo,
ni vivos con aires de grandeza.
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